Poeta y ensayista mexicano nacido en Tuxtla Gutiérrez en 1926.
Se radicó en Ciudad de México desde 1949 cuando inició sus estudios de Filosofía y Letras. Aunque escribió sus primeros poemas antes de los dieciocho años, fue allí en la universidad donde publicó «Horal» a la edad de veintitrés años.
Un recuento de sus poemas fue publicado por la UNAM en 1962.
En 1965 tras su visita a Cuba para servir como jurado del Premio Casa de las Américas, sufrió un gran desencanto con las tendencias izquierdistas, sentimiento que dejó plasmado en su libro «Yuria» publicado en 1967.
Su obra tiene un marcado acento informal que lo convierte en un poeta de todos los tiempos. Su prosa vehemente y su verso sentido y sensual, nos hacen viajar por un mundo de realidades vividas.
En 1985, recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes. En 1986, con motivo de sus sesenta años, fue homenajeado por la UNAM y el INBA. Ese mismo año el Gobierno del Estado de Tabasco le entregó el Premio Juchimán de Plata. En 1991, el Consejo Consultivo le otorgó la Presea Ciudad de México y en 1994 el Senado de la República lo condecoró con la medalla Belisario Domínguez.
Por su libro «Pieces of Shadow» («Fragmentos de sombra»), antología de su poesía traducida al inglés y editada en edición bilingüe, obtuvo el Premio Mazatlán de Literatura 1996.
Tras una larga enfermedad falleció en Ciudad de México en 1999. ©
Sr. Sabines, Jaime:
En la incoherencia de mi desvelo e insomnio, le dedico estas líneas para expresarle mi admiración por su obra que justo acabo de descubir y cuyo contenido, seguro, también le vino inspirado por sus ires y venires en las artes amatorias, éstas que nos producen tantos pesares a la vez que tantas dichas. Por ello, dada la laxitud en que me encuentro, y muy parca en palabras que expresar ante la belleza de los versos que acompañando a su frase, tan gratamente me han sorprendido y de los que me permito copiar a continuación. Con su permiso, Sr. Sabines....
HE AQUÍ QUE TÚ ESTAS SOLA Y QUE ESTOY SOLO...
He aquí que tú estás sola y que estoy solo.
Haces tus cosas diariamente y piensas
y yo pienso y recuerdo y estoy solo.
A la misma hora nos recordamos algo
y nos sufrimos. Como una droga mía y tuya
somos, y una locura celular nos recorre
y una sangre rebelde y sin cansancio.
Se me va a hacer llagas este cuerpo solo,
se me caerá la carne trozo a trozo.
Esto es lejía y muerte.
El corrosivo estar, el malestar
muriendo es nuestra muerte.Ya no sé dónde estás. Yo ya he olvidado
quién eres, dónde estás, cómo te llamas.
Yo soy sólo una parte, sólo un brazo,
una mitad apenas, sólo un brazo.
Te recuerdo en mi boca y en mis manos.
Con mi lengua y mis ojos y mis manos
te sé, sabes a amor, a dulce amor, a carne,
a siembra , a flor, hueles a amor, a ti,
hueles a sal, sabes a sal, amor y a mí.
En mis labios te sé, te reconozco,
y giras y eres y miras incansable
y toda tú me suenas
dentro del corazón como mi sangre.
Te digo que estoy solo y que me faltas.
Nos faltamos, amor, y nos morimos
y nada haremos ya sino morirnos.
Esto lo sé, amor, esto sabemos.
Hoy y mañana, así, y cuando estemos
en nuestros brazos simples y cansados,
me faltarás, amor, nos faltaremos.
domingo, 31 de agosto de 2008
martes, 19 de agosto de 2008
“El amor no se manifiesta en el deseo de acostarse con alguien, sino en el deseo de dormir junto a alguien” Milan Kundera
Milan Kundera
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(Rep. Checa, 1929)
Novelista checo. Nació en Brno, estudió en el Carolinum de Praga y dio clases de historia del cine en la Academia de Música y Arte Dramático desde 1959 a 1969, y posteriormente en el Instituto de Estudios Cinematográficos de Praga. También trabajó como jornalero y músico de jazz. Sus primeras novelas, entre las que se encuentran La broma (1967), El libro de los amores ridículos (1970) y La vida está en otra parte (1973), atacan con ironía al modelo de sociedad comunista. Tras la invasión soviética de Checoslovaquia en 1968, perdió su trabajo y sus obras fueron prohibidas. En 1975, consiguió emigrar a Francia, donde enseñó literatura comparada en la Universidad de Rennes (1975-1980), y más tarde en la École des Hautes Études de Paris. Entre sus obras posteriores cabe citar El libro de la risa y el olvido (1981) —unas memorias que provocaron la revocación de su ciudadanía checa—, y dos novelas, La insoportable levedad del ser (1984) e Inmortalidad (1991). La primera excelente relato de una historia de amor en medio de la represión y la burocracia, fue llevada al cine con éxito y se ha convertido en un texto clave de la historia de la disidencia en el este de Europa, situando a su autor entre los principales escritores del continente. Otras obras suyas son, La despedida (1975), Jacques y su amo (1981), El arte de la novela (1986), La lentitud (1994), Los testamentos traicionados (1995) y La identidad (1996).
Textos:
El Libro de la risa y el olvido (fragmento)
Inmortalidad (fragmento)
La broma (fragmento)
La insoportable levedad del ser (fragmento)
La vida está en otra parte (fragmento)
Sr. Kundera:
Justo me disponía a leerle, concretamente su obra cumbre "La Insoportable Levedad del Ser" y buscando en su entorno cultural y biográfico, me topé con esta exquisita frase suya sobre el Amor con mayúsculas, Amor tan en desuso, lamento confesar, en nuestro acelerado y superficial siglo XXI en el que prima más lo carnal que lo espiritual. Nos hallamos inmersos en este entorno de mediocridad donde "el aquí te pillo aquí te mato" está tan de moda en el terreno de lo sentimental, hombres y mujeres en un mismo plano de igualdad, ya que no se observa el más mínimo pudor en ofrecer y coger lo que tan gratuitamente se nos presenta para satisfacer nuestros deseos más primarios.
Hay otras muchas frases suyas que estoy descubriendo y que me dejan perpleja a medida que me voy adentrando en su libro, en cuya lectura me hallo deliciosamente inmersa y de cuyo contenido estoy libando las más exquisitas enseñanzas en cuanto al Amor y a la propia vida, confieso.
"Sin saberlo, el hombre compone su vida de acuerdo con las leyes de la belleza, aún en los momentos de más profunda desesperación"
"La sensualidad es la máxima movilización de los sentidos: una persona observa atentamente a la otra y escucha cada uno de los sonidos que produce"
"El sueño es una prueba de que la fantasía, la ensoñación referida a lo que no ha sucedido, es una de las más profundas necesidades del hombre"
"¡en efecto, quien busque el infinito que cierre los ojos!"
"El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive sólo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores"
"lo que sólo ocurre una vez es como si no ocurriera nunca. Si el hombre sólo puede vivir una vida es como si no viviera en absoluto"
Disculpe, Sr. Kundera, acabo de darme cuenta de que copiaría todas y cada una de sus frases por su importancia, por su relevancia, por su cordura, hermosura, en fin, y ello, me supondría copiar casi al completo su libro. Voy a seguir disfrutando con su lectura que, por suerte ocurrirá más de una vez, ya que, he repetido varios de sus capítulos en más de una ocasión. Silencio, abro los ojos, leo y luego los cierro y reflexiono en el infinito de la sabiduría de sus palabras...
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(Rep. Checa, 1929)
Novelista checo. Nació en Brno, estudió en el Carolinum de Praga y dio clases de historia del cine en la Academia de Música y Arte Dramático desde 1959 a 1969, y posteriormente en el Instituto de Estudios Cinematográficos de Praga. También trabajó como jornalero y músico de jazz. Sus primeras novelas, entre las que se encuentran La broma (1967), El libro de los amores ridículos (1970) y La vida está en otra parte (1973), atacan con ironía al modelo de sociedad comunista. Tras la invasión soviética de Checoslovaquia en 1968, perdió su trabajo y sus obras fueron prohibidas. En 1975, consiguió emigrar a Francia, donde enseñó literatura comparada en la Universidad de Rennes (1975-1980), y más tarde en la École des Hautes Études de Paris. Entre sus obras posteriores cabe citar El libro de la risa y el olvido (1981) —unas memorias que provocaron la revocación de su ciudadanía checa—, y dos novelas, La insoportable levedad del ser (1984) e Inmortalidad (1991). La primera excelente relato de una historia de amor en medio de la represión y la burocracia, fue llevada al cine con éxito y se ha convertido en un texto clave de la historia de la disidencia en el este de Europa, situando a su autor entre los principales escritores del continente. Otras obras suyas son, La despedida (1975), Jacques y su amo (1981), El arte de la novela (1986), La lentitud (1994), Los testamentos traicionados (1995) y La identidad (1996).
Textos:
El Libro de la risa y el olvido (fragmento)
Inmortalidad (fragmento)
La broma (fragmento)
La insoportable levedad del ser (fragmento)
La vida está en otra parte (fragmento)
Sr. Kundera:
Justo me disponía a leerle, concretamente su obra cumbre "La Insoportable Levedad del Ser" y buscando en su entorno cultural y biográfico, me topé con esta exquisita frase suya sobre el Amor con mayúsculas, Amor tan en desuso, lamento confesar, en nuestro acelerado y superficial siglo XXI en el que prima más lo carnal que lo espiritual. Nos hallamos inmersos en este entorno de mediocridad donde "el aquí te pillo aquí te mato" está tan de moda en el terreno de lo sentimental, hombres y mujeres en un mismo plano de igualdad, ya que no se observa el más mínimo pudor en ofrecer y coger lo que tan gratuitamente se nos presenta para satisfacer nuestros deseos más primarios.
Hay otras muchas frases suyas que estoy descubriendo y que me dejan perpleja a medida que me voy adentrando en su libro, en cuya lectura me hallo deliciosamente inmersa y de cuyo contenido estoy libando las más exquisitas enseñanzas en cuanto al Amor y a la propia vida, confieso.
"Sin saberlo, el hombre compone su vida de acuerdo con las leyes de la belleza, aún en los momentos de más profunda desesperación"
"La sensualidad es la máxima movilización de los sentidos: una persona observa atentamente a la otra y escucha cada uno de los sonidos que produce"
"El sueño es una prueba de que la fantasía, la ensoñación referida a lo que no ha sucedido, es una de las más profundas necesidades del hombre"
"¡en efecto, quien busque el infinito que cierre los ojos!"
"El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive sólo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores"
"lo que sólo ocurre una vez es como si no ocurriera nunca. Si el hombre sólo puede vivir una vida es como si no viviera en absoluto"
Disculpe, Sr. Kundera, acabo de darme cuenta de que copiaría todas y cada una de sus frases por su importancia, por su relevancia, por su cordura, hermosura, en fin, y ello, me supondría copiar casi al completo su libro. Voy a seguir disfrutando con su lectura que, por suerte ocurrirá más de una vez, ya que, he repetido varios de sus capítulos en más de una ocasión. Silencio, abro los ojos, leo y luego los cierro y reflexiono en el infinito de la sabiduría de sus palabras...
miércoles, 6 de agosto de 2008
"Sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez" Angelo Giuseppe Roncalli
Angelo Giuseppe Roncalli (Sotto il Monte, 1881 - Roma, 1963) Pontífice romano, de nombre Angelo Giuseppe Roncalli. Era el tercer hijo de los once que tuvieron Giambattista Roncalli y Mariana Mazzola, campesinos de antiguas raíces católicas, y su infancia transcurrió en una austera y honorable pobreza. Parece que fue un niño a la vez taciturno y alegre, dado a la soledad y a la lectura. Cuando reveló sus deseos de convertirse en sacerdote, su padre pensó muy atinadamente que primero debía estudiar latín con el viejo cura del vecino pueblo de Cervico, y allí lo envió.
Lo cierto es que, más tarde, el latín del papa Roncalli nunca fue muy bueno; se cuenta que, en una ocasión, mientras recomendaba el estudio del latín hablando en esa misma lengua, se detuvo de pronto y prosiguió su charla en italiano, con una sonrisa en los labios y aquella irónica candidez que le distinguía rebosando por sus ojos.
Por fin, a los once años ingresaba en el seminario de Bérgamo, famoso entonces por la piedad de los sacerdotes que formaba más que por su brillantez. En esa época comenzaría a escribir su Diario del alma, que continuó prácticamente sin interrupciones durante toda su vida y que hoy es un testimonio insustituible y fiel de sus desvelos, sus reflexiones y sus sentimientos.
En 1901, Roncalli pasó al seminario mayor de San Apollinaire reafirmado en su propósito de seguir la carrera eclesiástica. Sin embargo, ese mismo año hubo de abandonarlo todo para hacer el servicio militar; una experiencia que, a juzgar por sus escritos, no fue de su agrado, pero que le enseñó a convivir con hombres muy distintos de los que conocía y fue el punto de partida de algunos de sus pensamientos más profundos.
El futuro Juan XXIII celebró su primera misa en la basílica de San Pedro el 11 de agosto de 1904, al día siguiente de ser ordenado sacerdote. Un año después, tras graduarse como doctor en Teología, iba a conocer a alguien que dejaría en él una profunda huella: monseñor Radini Tedeschi. Este sacerdote era al parecer un prodigio de mesura y equilibrio, uno de esos hombres justos y ponderados capaces de deslumbrar con su juicio y su sabiduría a todo ser joven y sensible, y Roncalli era ambas cosas. Tedeschi también se sintió interesado por aquel presbítero entusiasta y no dudó en nombrarlo su secretario cuando fue designado obispo de Bérgamo por el papa Pío X. De esta forma, Roncalli obtenía su primer cargo importante.
Dio comienzo entonces un decenio de estrecha colaboración material y espiritual entre ambos, de máxima identificación y de total entrega en común. A lo largo de esos años, Roncalli enseñó historia de la Iglesia, dio clases de Apologética y Patrística, escribió varios opúsculos y viajó por diversos países europeos, además de despachar con diligencia los asuntos que competían a su secretaría. Todo ello bajo la inspiración y la sombra protectora de Tedeschi, a quien siempre consideró un verdadero padre espiritual.
En 1914, dos hechos desgraciados vinieron a turbar su felicidad. En primer lugar, la muerte repentina de monseñor Tedeschi, a quien Roncalli lloró sintiendo no sólo que él perdía un amigo y un guía, sino que a la vez el mundo perdía un hombre extraordinario y poco menos que insustituible. Además, el estallido de la Primera Guerra Mundial fue un golpe para sus ilusiones y retrasó todos sus proyectos y su formación, pues hubo de incorporarse a filas inmediatamente. A pesar de todo, Roncalli aceptó su destino con resignación y alegría, dispuesto a servir a la causa de la paz y de la Iglesia allí donde se encontrase. Fue sargento de sanidad y teniente capellán del hospital militar de Bérgamo, donde pudo contemplar con sus propios ojos el dolor y el sufrimiento que aquella guerra terrible causaba a hombres, mujeres y niños inocentes.
Concluida la contienda, fue elegido para presidir la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe y pudo reanudar sus viajes y sus estudios. Más tarde, sus misiones como visitador apostólico en Bulgaria, Turquía y Grecia lo convirtieron en una especie de embajador del Evangelio en Oriente, permitiéndole entrar en contacto, ya como obispo, con el credo ortodoxo y con formas distintas de religiosidad que sin duda lo enriquecieron y le proporcionaron una amplitud de miras de la cual la Iglesia Católica no iba a tardar en beneficiarse.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Roncalli se mantuvo firme en su puesto de delegado apostólico, realizando innumerables viajes desde Atenas y Estambul, llevando palabras de consuelo a las víctimas de la contienda y procurando que los estragos producidos por ella fuesen mínimos. Pocos saben que si Atenas no fue bombardeada y todo su fabuloso legado artístico y cultural destruido, ello se debe a este en apariencia insignificante cura, amable y abierto, a quien no parecían interesar mayormente tales cosas.
Una vez finalizadas las hostilidades, fue nombrado nuncio en París por el papa Pío XII. Se trataba de una misión delicada, pues era preciso afrontar problemas tan espinosos como el derivado del colaboracionismo entre la jerarquía católica francesa y los regímenes pronazis durante la guerra. Empleando como armas un tacto admirable y una voluntad conciliadora a prueba de desaliento, Roncalli logró superar las dificultades y consolidar firmes lazos de amistad con una clase política recelosa y esquiva.
En 1952, Pío XII le nombró patriarca de Venecia. Al año siguiente, el presidente de la República Francesa, Vicent Auriol, le entregaba la birreta cardenalicia. Roncalli brillaba ya con luz propia entre los grandes mandatarios de la Iglesia. Sin embargo, su elección como papa tras la muerte de Pío XII sorprendió a propios y extraños. No sólo eso: desde los primeros días de su pontificado, comenzó a comportarse como nadie esperaba, muy lejos del envaramiento y la solemne actitud que había caracterizado a sus predecesores.
Su Santidad:
¡Qué osada me siento al intentar mandarle desde este mundo mortal el pequeño comentario con el que apostillo las frases que hago mías y posteo en este blog por encontrar en su contenido afinidad con lo que pienso, por parecerme hermosas, o simplemente, sentirlas en mi interior por ayudarme a superar los problemas diarios que a veces nos parecen verdaderas cimas a escalar!
Fué Vd. Santidad, mi Papa preferido, al saber de su vida ejemplar en el colegio religioso donde me eduqué, por escuchar en boca de sus seguidores como se convirtió en el más humano por su demostrada proximidad al pueblo, por ganarse con su sencillez y humildad a los grandes mandatarios de aquél su pontificado que, no por lo breve, sino por lo extraordinario de su obra, sigue siendo tan difícil de igualar, cuanto más de superar...
Desde mi ignorancia intuyo que esta frase suya estaba dirigida con cariño a las personas que, como yo en este momento de mi existencia, nos hemos visto superados por la propia carga de la vida, carga que nos gustaría aligerar con premura encontrando una solución mágica e instantánea a todas nuestras cuitas, así que "sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día" se va a convertir en la frase que voy a pronunciar cada mañana al amanecer de cada nuevo día.... porque creo que estoy empezando a recuperar la fe, la fe y esperanza, sobre todo en mi misma y voy a empezar a poner empeño en quererme más y echarle energía al depósito de mi alma para tirar adelante...
Lo cierto es que, más tarde, el latín del papa Roncalli nunca fue muy bueno; se cuenta que, en una ocasión, mientras recomendaba el estudio del latín hablando en esa misma lengua, se detuvo de pronto y prosiguió su charla en italiano, con una sonrisa en los labios y aquella irónica candidez que le distinguía rebosando por sus ojos.
Por fin, a los once años ingresaba en el seminario de Bérgamo, famoso entonces por la piedad de los sacerdotes que formaba más que por su brillantez. En esa época comenzaría a escribir su Diario del alma, que continuó prácticamente sin interrupciones durante toda su vida y que hoy es un testimonio insustituible y fiel de sus desvelos, sus reflexiones y sus sentimientos.
En 1901, Roncalli pasó al seminario mayor de San Apollinaire reafirmado en su propósito de seguir la carrera eclesiástica. Sin embargo, ese mismo año hubo de abandonarlo todo para hacer el servicio militar; una experiencia que, a juzgar por sus escritos, no fue de su agrado, pero que le enseñó a convivir con hombres muy distintos de los que conocía y fue el punto de partida de algunos de sus pensamientos más profundos.
El futuro Juan XXIII celebró su primera misa en la basílica de San Pedro el 11 de agosto de 1904, al día siguiente de ser ordenado sacerdote. Un año después, tras graduarse como doctor en Teología, iba a conocer a alguien que dejaría en él una profunda huella: monseñor Radini Tedeschi. Este sacerdote era al parecer un prodigio de mesura y equilibrio, uno de esos hombres justos y ponderados capaces de deslumbrar con su juicio y su sabiduría a todo ser joven y sensible, y Roncalli era ambas cosas. Tedeschi también se sintió interesado por aquel presbítero entusiasta y no dudó en nombrarlo su secretario cuando fue designado obispo de Bérgamo por el papa Pío X. De esta forma, Roncalli obtenía su primer cargo importante.
Dio comienzo entonces un decenio de estrecha colaboración material y espiritual entre ambos, de máxima identificación y de total entrega en común. A lo largo de esos años, Roncalli enseñó historia de la Iglesia, dio clases de Apologética y Patrística, escribió varios opúsculos y viajó por diversos países europeos, además de despachar con diligencia los asuntos que competían a su secretaría. Todo ello bajo la inspiración y la sombra protectora de Tedeschi, a quien siempre consideró un verdadero padre espiritual.
En 1914, dos hechos desgraciados vinieron a turbar su felicidad. En primer lugar, la muerte repentina de monseñor Tedeschi, a quien Roncalli lloró sintiendo no sólo que él perdía un amigo y un guía, sino que a la vez el mundo perdía un hombre extraordinario y poco menos que insustituible. Además, el estallido de la Primera Guerra Mundial fue un golpe para sus ilusiones y retrasó todos sus proyectos y su formación, pues hubo de incorporarse a filas inmediatamente. A pesar de todo, Roncalli aceptó su destino con resignación y alegría, dispuesto a servir a la causa de la paz y de la Iglesia allí donde se encontrase. Fue sargento de sanidad y teniente capellán del hospital militar de Bérgamo, donde pudo contemplar con sus propios ojos el dolor y el sufrimiento que aquella guerra terrible causaba a hombres, mujeres y niños inocentes.
Concluida la contienda, fue elegido para presidir la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe y pudo reanudar sus viajes y sus estudios. Más tarde, sus misiones como visitador apostólico en Bulgaria, Turquía y Grecia lo convirtieron en una especie de embajador del Evangelio en Oriente, permitiéndole entrar en contacto, ya como obispo, con el credo ortodoxo y con formas distintas de religiosidad que sin duda lo enriquecieron y le proporcionaron una amplitud de miras de la cual la Iglesia Católica no iba a tardar en beneficiarse.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Roncalli se mantuvo firme en su puesto de delegado apostólico, realizando innumerables viajes desde Atenas y Estambul, llevando palabras de consuelo a las víctimas de la contienda y procurando que los estragos producidos por ella fuesen mínimos. Pocos saben que si Atenas no fue bombardeada y todo su fabuloso legado artístico y cultural destruido, ello se debe a este en apariencia insignificante cura, amable y abierto, a quien no parecían interesar mayormente tales cosas.
Una vez finalizadas las hostilidades, fue nombrado nuncio en París por el papa Pío XII. Se trataba de una misión delicada, pues era preciso afrontar problemas tan espinosos como el derivado del colaboracionismo entre la jerarquía católica francesa y los regímenes pronazis durante la guerra. Empleando como armas un tacto admirable y una voluntad conciliadora a prueba de desaliento, Roncalli logró superar las dificultades y consolidar firmes lazos de amistad con una clase política recelosa y esquiva.
En 1952, Pío XII le nombró patriarca de Venecia. Al año siguiente, el presidente de la República Francesa, Vicent Auriol, le entregaba la birreta cardenalicia. Roncalli brillaba ya con luz propia entre los grandes mandatarios de la Iglesia. Sin embargo, su elección como papa tras la muerte de Pío XII sorprendió a propios y extraños. No sólo eso: desde los primeros días de su pontificado, comenzó a comportarse como nadie esperaba, muy lejos del envaramiento y la solemne actitud que había caracterizado a sus predecesores.
Su Santidad:
¡Qué osada me siento al intentar mandarle desde este mundo mortal el pequeño comentario con el que apostillo las frases que hago mías y posteo en este blog por encontrar en su contenido afinidad con lo que pienso, por parecerme hermosas, o simplemente, sentirlas en mi interior por ayudarme a superar los problemas diarios que a veces nos parecen verdaderas cimas a escalar!
Fué Vd. Santidad, mi Papa preferido, al saber de su vida ejemplar en el colegio religioso donde me eduqué, por escuchar en boca de sus seguidores como se convirtió en el más humano por su demostrada proximidad al pueblo, por ganarse con su sencillez y humildad a los grandes mandatarios de aquél su pontificado que, no por lo breve, sino por lo extraordinario de su obra, sigue siendo tan difícil de igualar, cuanto más de superar...
Desde mi ignorancia intuyo que esta frase suya estaba dirigida con cariño a las personas que, como yo en este momento de mi existencia, nos hemos visto superados por la propia carga de la vida, carga que nos gustaría aligerar con premura encontrando una solución mágica e instantánea a todas nuestras cuitas, así que "sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día" se va a convertir en la frase que voy a pronunciar cada mañana al amanecer de cada nuevo día.... porque creo que estoy empezando a recuperar la fe, la fe y esperanza, sobre todo en mi misma y voy a empezar a poner empeño en quererme más y echarle energía al depósito de mi alma para tirar adelante...
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