martes, 16 de octubre de 2012

EL JARDÍN




Y volvió a aquélla que durante casi cuatro años había sido su casa, su hogar…

Los visillos que escogiera con tanto cariño colgaban todavía de los ventanales de madera, con la misma prestancia que lo hicieran antaño. Las plantas de interior también se hallaban aún en el salón. Habían crecido mucho, seguramente alimentadas por escenas de amor de las que ella ya no formaba parte. Los mismos muebles, los mismos sofás… Aquel óleo que llenaba la pared y que tantas risas y juegos de dominó había contemplado durante tantas veladas compartidas.

Él estaba allí esperándola, vestido despreocupadamente, muy desmejorado. Su rostro reflejaba la gran lucha interior que le estaba consumiendo. No obstante la atrajo con fuerza hacia él arrancándole el pantalón mientras ella caía vencida por su peso en el suelo de la estancia. Sus bocas pegadas respirando al unísono, bebiendo de la pasión de su mutuo deseo.

Mas luego, pasados los momentos de éxtasis, vinieron las confesiones. Sus dudas, sus insatisfacciones, su apatía ante un nuevo fracaso amoroso que ella siempre se había resistido a creer. Pero allí estaban las pruebas: las fotografías de la boda, las de sus hijos, sus productos de belleza en el baño… Un nudo en la garganta le cortaba la respiración y rompió a llorar como una niña a la que le usurpan su muñeca más preciada.


Salieron al jardín. El césped estaba seco, sin riego, la piscina en la que hicieran el amor lucía verde, con el agua putrefacta, los abetos de los que pendieran luces y adornos navideños palidecían ante la proximidad de su muerte. El abandono era patente en cada rincón de aquel recinto que fuera testigo de sus juegos y banquetes. “Tengo hambre de lobo” le decía ella al volver del trabajo, contemplando los manjares que él le había cocinado prestos a ser engullidos con su habitual avidez.

Se aproximó hacia él, quería refugiarse en sus brazos para hallar algo de consuelo, pero sus ojos, enmarcados por negras ojeras, aún le produjeron más dolor.

¿Qué había sido de sus sueños? ¿Quién se los había arrebatado? Hazte un traje a tu medida...

De pronto se vio de nuevo en su lecho, preguntándose si todo aquello no había sido más que un espejismo, ya que no recordaba nada en absoluto de lo que aconteció con posterioridad.

Y así vencida por sus dudas y recuerdos, se abrazó a su almohada para entregarse de nuevo en los brazos de su soledad…



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