Jean-Baptiste Poquelin, llamado Molière (15 de enero de 1622 – 17 de febrero de 1673), fue un dramaturgo y actor francés y uno de los más grandes comediógrafos de la literatura occidental.
Considerado el padre de la Comédie Française, sigue siendo el autor más interpretado. Despiadado con la pedantería de los falsos sabios, la mentira de los médicos ignorantes, la pretenciosidad de los burgueses enriquecidos, Molière exalta la juventud, a la que quiere liberar de restricciones absurdas. Muy alejado de la devoción o del ascetismo, su papel de moralista termina en el mismo lugar en el que él lo definió: «No sé si no es mejor trabajar en rectificar y suavizar las pasiones humanas que pretender eliminarlas por completo», y su principal objetivo fue el de «hacer reír a la gente honrada». Puede decirse, por tanto, que hizo suya la divisa que aparecía sobre los teatritos ambulantes italianos a partir de los años 1620 en Francia, con respecto a la comedia: Castigat ridendo mores, «Corrige las costumbres riendo».
Monsieur Poquelin:
Bienvenido a nuestra sociedad "virtual", perdón virtuosa...
Nunca antes hemos sido tan virtuosos.
La permisividad en la que estamos inmersos ha llegado a tal extremo que el "ancha es Castilla", "campi qui pugui", "ande yo caliente"..., es decir la más pura confusión entre el término libertad y libertinaje, prima en el ser humano sobre cualquier otro valor que nos huela a rancio o añejo, por no ser ya considerado como virtud capital de nuestra sociedad globalizada.
Eso sí, poseemos una gran contrapartida, Monsieur Poquelin, nos hemos transformado en grandes ecologistas, preocupados por cómo dejaremos el planeta a generaciones venideras.
Nuestra inconsciencia nos ha llevado a emplear minutos de nuestras vidas cotidianas reciclando desechos, horas de nuestros funcionarios salvando tiburones varados en nuestras playas, días de nuestros políticos intentando ponerse de acuerdo sobre protocolos interminables, millones y millones con cargo a presupuestos públicos de los países que esconden intereses partidistas, sin preocuparnos de restaurar las columnas que sostendrán los valores más sólidos que salvarán a esas generaciones venideras de sus vicios, perdón, otra vez, quería decir virtudes...
Bien, voy a ver qué virtud teologal practico hoy, no sea caso que me tachen de "demodé"
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