jueves, 13 de septiembre de 2007

"Para saber hablar es preciso saber escuchar", Plutarco

Plutarco (Πλούταρχος Ploútarkhos, Queronea, hoy desaparecida, actual Grecia, h. 50 ó 46 - id., h. 120) fue un historiador, biógrafo y ensayista griego.
Plutarco nace en la región griega de Beocia, probablemente durante el gobierno del emperador romano Claudio. Realizó muchos viajes por el mundo mediterráneo, incluyendo uno a Egipto y dos viajes a Roma. Gracias a la capacidad económica de sus padres, Plutarco estudió filosofía, retórica y matemáticas en la Academia de Atenas sobre el año 67.
Algunos de sus amigos fueron muy influyentes, incluyendo a Soscius Senecio y a Fundano, ambos importantes senadores y a los cuales dedicó algunos de sus últimos escritos. La mayor parte de su vida la pasó en Queronea, donde fue iniciado en los misterios del dios griego Apolo. Sin embargo, sus obligaciones como el mayor de los dos sacerdotes de Apolo en el Oráculo de Delfos (donde era el responsable de interpretar los augurios de la o las pitonisas del oráculo) ocupaban aparentemente una parte pequeña de su tiempo. Llevó una vida social y cívica muy activa, además de producir una gran cantidad de escritos, parte de los cuales aun existen.
Más moralista que filósofo e historiador, fue uno de los últimos grandes representantes del helenismo durante la segunda sofística, cuando ya tocaba a su fin y uno de los grandes de la literatura helénica de todos los tiempos.

Señor Plutarco:

Desde luego, oir, oímos mucho, pero escuchar, escuchar, eso es otra cosa...

Considero que el escuchar se ha convertido más que en una cualidad del interlocutor, en un arte, que nos da las herramientas adecuadas para poder posteriormente contraargumentar al emisor del mensaje con la debida propiedad.

El hablar atropelladamente, anticipándose a la exposición inconclusa, es un gran defecto del que adolecemos muchos mortales, entre los que, por desgracia, me encuentro yo...

Desde aquí mis excusas para los sufridores pacientes que con simpatía intentan corregirme...

Bien, me voy con la sana intención de cumplir cada día un poco más la sentencia del sabio Plutarco

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